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Cuando la madurez no llega.

¿Qué pasa cuando reconocemos que la madurez es resultado de nuestra responsabilidad? Hablemos un poco acerca de cómo la experiencia nos forja en la vida y qué pasa cuando esta no llega.



Nos rehusamos a aprender de situaciones que nos desfavorecen. Creemos que lo correcto es que las cosas nos salgan bien, y cuando no lo hacen nos convencemos que no nos da nada nuevo. ¿Qué pasaría si les digo que las peores experiencias son las que más nos aportan?


Muchos adultos tienen muy baja inteligencia emocional, lo que los lleva a actuar impulsivamente en numerosas áreas de su vida. Gracias a esto lastiman a personas que tienen cerca, compran impulsivamente y se les hace difícil llevar una relación estable. Esto nos confirma que la madurez y las relaciones interpersonales no crecen por el tiempo, como podemos llegar a asumir. Estas crecen por experiencia, ¿cierto? Nos rompen el corazón, empezamos a ser más precavidos en el amor, por ejemplo. Lo que significa que debemos también crecer a raíz de las experiencias malas, pero ¿cómo podemos potenciar este aprendizaje en vez de negarlo?


El truco está en encontrarle la intención positiva a cada suceso, descubriendo así “el lado bueno” o “la lección por aprender”. Es solamente entonces que nos expondremos a una oportunidad de crecimiento, al volvernos humildemente vulnerables ante lo que podamos racionalizar de la situación. Sea bueno o malo lo sucedido, cosechemos la habilidad de poder aprender y crecer de cada situación, esto es un factor trascendental de la madurez que no estamos teniendo.


Puedes ver la publicación en la Revista Ella haciendo click aquí.

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