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Es parte de nosotros (Parte 1)

¿Por qué estaremos tan empeñados en clasificar nuestras emociones como “buenas” o “malas”?



El ambiente sociocultural en el que vivimos nos ha sembrado creencias limitantes que restringen nuestro desarrollo emocional. ¿Cuántas veces han escuchado que es “malo” llorar o que las mujeres deberían actuar de una manera y los hombres de otra? La verdad es que, a pesar de que muchas veces nace de una intención positiva, estas limitaciones nos hacen crecer bajo la creencia de que sentir tiene restricciones cuando no es así.


Lo importante es reconocer que todas las emociones son válidas. Aunque consideremos sus causantes como algo insignificante, no por eso significa que son menos válidos. Cada emoción que surge es merecedora de atención, compasión y análisis ya que a través de ellas logramos entender lados de nosotros que realmente no conocemos. Entonces, ¿de qué manera podremos comenzar a integrar estas emociones a nuestro día a día?


Conocer nuestras emociones implica dejarlas desarrollarse. Es como sentarte en un parque y ver pasar a las personas frente a ti. Es precisamente eso lo que tenemos que hacer: dejar nuestras emociones pasar. Debemos sentirlas, ver su desarrollo, para entender de dónde vienen. Vale aclarar que estos momentos de reflexión deben desarrollarse mientras estemos solos. Una vez entendamos de dónde vienen nuestras emociones, comenzaremos a entender de qué forma podemos manejarlas. Encuentra el nombre específico que describe tu emoción. Estamos mal acostumbrados a quedarnos con “triste”, “feliz”, “enojado”, “bien” o “mal”, estas no son suficientes. Busca mi siguiente artículo para conocer los pasos para controlarlas una vez hayas encontrado que son específicamente.


Puedes ver la publicación en la Revista Ella haciendo click aquí.

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