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La honestidad sin tacto es crueldad.

Hace años escuché esta frase, la del titular, y me cambió la vida. Expongo en la redacción a continuación la importancia del tacto en nuestra comunicación.



No todo merece nuestra opinión; tener una no significa que tenemos la obligación de compartirla. Creemos que tenemos el derecho de siempre decir lo que pensamos porque supuestamente nuestra opinión es lo más importante, cuando hay algo que lo supera: el tacto que tenemos.


El tacto es la empatía que tenemos con el receptor de nuestro mensaje. Esto nunca lo consideramos, ¿verdad? Nunca cuestionamos si estamos usando el tono de voz correcto o si estamos eligiendo las palabras adecuadas, menos aún si es el lugar y el momento apropiado para opinar. Todo lo anterior son características fundamentales para una comunicación asertiva. Tener la habilidad de saber cómo y cuándo decir lo que pensamos y la habilidad de discernir lo que conviene callar se ha convertido en un arte porque ya nadie lo frecuenta.


Ahora nos toca volver a aprender cómo comunicarnos, porque hemos delegado la responsabilidad a los emoticones y a derivaciones léxicas en las redes sociales, perdiendo así el nivel básico de comunicación humana. La única manera de trabajar esto es depurar nuestros pensamientos para tener claridad al hablar. Concluyo esta columna retándolos a que intenten reducir sus palabras, a ser más asertivos. Aprenderán muchísimo de ustedes mismos en el proceso.


Puedes ver la publicación en la Revista Ella haciendo click aquí.

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