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Lo que no te dicen del post parto.

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Preámbulo:

Esta vez quisiera platicarte de lo que no te dicen del post parto. Vale aclarar que los puntos a continuación son basados en mi proceso y me dirigiré a mujeres (aunque, hombres, más de alguna cosa podrán aprender al leerme y prometo que lo disfrutarán igual).


No es mi intención desvalidar opiniones, puntos de vista, experiencias, como cualquier otro similar. Mi intención es traer a la luz problemáticas a través de mi propia experiencia que, seamos sinceros, la mayoría vive pero ha desacreditado dada a presión social o que se yo. Así que, comencemos.


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Quizá habrán imaginado después de leer mi primer artículo que iría en orden cronológico platicando de todo este mundo de la maternidad. Ese era el plan. Sin embargo, hay muchas personas que solicitaron este artículo y, para serles muy sincera, es el que más ansias me generaba escribir.


Seamos honestas, todas comenzamos nuestro embarazo soñando con esa imagen que hemos aprendido del post parto. Ya saben, la imagen de la de nueva mamá con su brillo divino dándole pecho a su bebe con una sonrisa, el pelo como si nada y cuerpo moderadamente humano. Pues no, así no pasa. Hey, si te paso que bueno. Mi intención no es desvalidar ninguna experiencia. Pero pues, no se ustedes, pero mis primeros días se vieron muy muy diferentes a esa imagen. Me veías a mi, mamá primeriza, emocionalmente irreconocible, con el cuerpo “macheteado” por una cesárea de emergencia, cara hinchada por el desvelo, intentando darle pecho por primera vez a un bebito recién nacido cuando ni si quiera sabía como cargarlo bien.


Suficiente presión sentía como para que entrara una enfermera a enseñarme cómo amamantarlo, todo mientras moverme lo menos posible por la cesárea. Era un gran desafío, pero entenderán que en ese momento queremos dar hasta lo que ya no podemos por ese angelito recién llegado entonces: ¡a aprender se ha dicho! La desconocida y yo pasamos a ser íntimas en un tiempo récord, se imaginarán. Aunque fue de los momentos más incómodos, su demostración de estimulación, masajeo, posicionamiento y demás fue lo que me introdujo al mundo de la lactancia y de los bebés (muchísimo más que todo lo que había leído al respecto). En un abrir y cerrar de ojos, después de varias dosis de medicamentos y muchos apapachos de las enfermeras maravillosas nos marchamos a casa.


Esa primera semana... cómo les explico. Amigas, puedo asegurarles que aprender que hacer con mis pechos y un bebé mientras mi cuerpo me pedía inmovilizarme me ha retado más que cualquier otra cosa que he vivido en muchísimo tiempo. Entre la lactancia materna exclusiva, la recuperación de la cesárea y Enrique siendo mi primer bebé puedo asegurarles una cosa: he llorado. No he llorado románticamente con una o dos lágrimas recorriendo mi mejilla mientras reflexiono. No. Yo he llorado escandalosamente, con hiperventilación, debilitación corporal y todo lo que se te ocurra... y mucho.


Fueron varios llantos Televisa (como los de las novelas, digo) los que tuve que desahogar para sentirme humana de nuevo, para comenzar a sentirme capaz y merecedora de ese angelito que tengo enfrente. Y, ¿saben qué? Está bien no estar bien. Nadie te dice que se vale sentirte de lo peor y estar feliz por tu bebé al mismo tiempo. Lo único que te dicen es que estarás hormonal, que es normal y que eventualmente pasará pero, ¡wow!, se saltaron muchos detalles.


Aquellos que no han pasado por esto se preguntarán: ¿qué razones tendrá una mamá en su estreno de título para llorar? Por si se les ha olvidad o aún no lo han vivido... A ver... hagamos un recuento:

  1. El parto es un shock para el cuerpo, por más serena que llegue a ser la experiencia. De una u otra manera hay momentos, si no es que todo el tiempo, en el que sientes que no tienes el control y eso asusta... mucho. Sin mencionar que la “reconstrucción” fisiológica y moral después del alumbramiento... ¡somos increíbles! Pero si, es exhaustivo.

  2. Pasaste nueve meses con un ser creciendo en tu útero y, justo cuando te estabas acostumbrando a sentirle, tuvo que nacer. El ver frente a ti algo que soñabas por meses... ¿debo explicar la magnitud de emociones que genera? Entre más lo/la veas, más encontrarás similitudes a ti, a tu esposo/novio/pareja, a tus padres, hermanos, suegros, cuñados, etc. Es algo mágico, no me lo tomes a mal, pero emocionalmente muy absorbente.

  3. Ahora tienes un ser que depende 100% de ti y, aunque tengas una pareja que te apoye, somos nosotras quienes tenemos la presión de convertirnos en su biberón con piernas (dato chistoso: así me dice mi esposo cuando bromea con nuestro hijo). El estar pendiente todo el día y noche de alguien más, aprender a leerle y a conocer sus expresiones agota.

  4. Las expectativas... cielo santo, las expectativas. En el transcurso de los días salen a la luz muchísimas y, no solo las propias, si no también las de nuestra pareja, padres, suegros, etc. Y, créanme cuando les digo, se siente una presión constante y permanente. Eso si, evoluciona en el transcurso de las semanas.


Podría continuar, pero el punto más delicado es la afamada pregunta que muchísimos hacen al preguntarte cómo está el bebé; “¿y le estás dando pecho?”. Les cuento que yo hasta recibí un: “¿y se te está prendiendo?” (Para mis amigos extranjeros, el “prender” es un término coloquial salvadoreño sinónimo de “agarrar”). No sabía si reírme o llorar. Agrego también que reconocí la intención varías veces, tras realizar estas preguntas, de saber detalles tales como duración de las sesiones, nivel de “éxito” y hasta deseo de verlo “mamar”. Si, les prometo.


Al platicarlo entre risas con amigas llegamos a la conclusión que estás famosas cuestionantes son una manera de crear conversación. Se que comúnmente pueden presentarse dichas cuestionables y entiendo que pueden considerarse “normal” porque “todas lo hacemos” pero les seré sincera: tales preguntas me parecían tan incomodas como si fuese yo quién preguntara si comieron ensalada en el almuerzo.


Retomemos el punto de vista de la nueva mami. El día a día desde el nacimiento nos comienza a presentar puntos de referencia que no conocíamos. Me refiero a cosas, emociones o escenarios nuevos que estamos viviendo por primera vez. Estos son algunos en los que puedo pensar:

  1. Sanar de una cesárea o parto vaginal.

  2. Tener que atender a un mini humano 24 horas del día.

  3. Cada llanto significa algo distinto, ¿que significa cada uno de ellos?

  4. El cansancio fisiológico (más que todo el acumulado tras un par de días) alcanza un nivel que nunca habías vivido.

  5. Familiares que quieren visitar sin límites de tiempo ni hora.

  6. El deseo de verte bien para las visitas aunque no debas.


Bueno, ya me entienden. Lo que no te dicen es que este tsunami de información naturalmente te puede aislar y hacerte sentir sola, aunque estés rodeada de personas. Personalmente, me mataba el no poder reconocer en la mirada ajena comprensión al compartir como me sentía. Familiares me preguntaban cómo estaba y, al recibir una respuesta desfavorable, yo veía en sus miradas la incomodidad al no saber qué responder y, a cambio, recibía una mirada compasiva y un “pero ya va a pasar” o un “pero mira a tu bebé, todo valdrá la pena”. Nunca he sido de quedarme callada, pero confieso que me ganó el cansancio emocional de no recibir ayuda y compañía constante. Así que, me callé.


Fueron muy pocas las veces que logré verbalizar la cantidad de información que estaba intentando digerir. Cuando lo hice fue con mi esposo y quedo patitieso cada vez. El, con gran amor y humildad, en vez de imponer lo que consideraba que podía ayudarme buscó el apoyo de dos de mis grandes amigas. Ambas recién habían pasado por lo mismo (un saludo especial, G & B, las amo).

Algo que nunca te mencionan es que quienes más pueden ayudarte no son todas las que han pasado lo mismo, si no las que están viviéndolo contemporáneamente. Generaciones de información separaban a mi mami, mi suegra y similares de lo que estaba viviendo y, aunque intentaba, mi esposo no tenía las herramientas para hacerlo. Fueron estas amigas las que me ayudaron a sentirme humana cuando la culpabilidad por sentirme así me ahogaba.


Ojo y mucha atención con lo que diré a continuación: el pedir ayuda es importante, pero nunca olvides que quien te sacará adelante física y emocionalmente eres tú. Uno de mis retos más grandes del post parto fue el proceso de sanar físicamente de la cirugía. Nunca me habían operado entonces tenía muy pocas referencias de un proceso de recuperación así. Realmente, la vivencia más cercana con la que podía comprarlo era una lesión en el supra espinoso que viví en el 2019 y no se le compara.


Recuerdo muy bien que diariamente mi esposo me ayudaba a cubrir la herida con plástico y cinta quirúrgica para que no se humedeciera con el agua al bañarme, me ayudaba a caminar hacia la regadera, me preguntaba si estaba bien y, al recibir respuesta, me dejaba sola. Al cerrar la puerta es que comenzaba mi llanto porque finalmente podía desahogar el dolor que había sentido al caminar erguida, el dar cada paso, el removerme el plástico después del baño, el secarme y el vestirme, etc. Sin embargo, sabía que la única persona que podía hacer el esfuerzo en esos momentos era yo. Entonces si, lo lloraba, me lamentaba, me frustraba pero llegaba el momento en el que sola me exigía levantarme y seguir.


Estoy ahora tres meses después del alumbramiento. No me siento como yo, pero he entendido finalmente que no hay manera en la que vuelva a ser como antes porque ahora soy otra. Tengo un cuerpo distinto, una realidad distinta... realidad que no cambiaria por nada. Entonces, Andrea, ¿que te queda? Pues, conocerme de nuevo desde cero. Bellísimo, ¿no?

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