Traemos un errorcito de fábrica que nos hace comunicarnos pensando en que la otra persona piensa como nosotros, es esto lo que nos hace sordos a las diferencias. Profundicemos un poco en lo que realmente significa escuchar.
Hay temas específicos en los que me sorprende cómo muchas personas dejan que sus emociones se incorporen con su comunicación, lo que fácilmente puede interferir en el establecimiento de un criterio incluyente. Me parece que la vida es demasiado complicada como para ser nosotros quienes la compliquemos más. Por ello, confieso que en este tema específico intento siempre encontrar algo que me guste en la opinión de otros, por más pequeño que sea.
Hace un par de meses me encontré formando parte de una cena formal con personas involucradas activamente en la política nacional. Para mi gusto, la mesa estaba conformada por personas de diferentes ideologías, lo que hacía la plática interesantísima. Hablando acerca de temas de la actualidad, llegamos a un punto en el que una de las personas mencionadas se cerró, ya que (en mi opinión) sintió que estaba siendo retada al cuestionar su conceptualización como parte del diálogo. Ante esto, mi única reacción fue decirle “no tiene por qué estar de acuerdo para escuchar” y lo único que recibí como respuesta fue una expresión de profunda confusión.
¿Por qué se nos hace tan difícil escuchar sin identificarnos con la opinión del otro? ¿El hecho que no compartan otros nuestra misma ideología, sea cual sea, los hace malas personas? Comencemos a incluir en nuestros hábitos escuchar sin compararnos, sin juzgar y aceptando como un hecho que no hay una persona que comparta nuestras creencias en totalidad. Somos una variación de creencias, preferencias, ideas y emociones, vivamos y dejemos vivir como tal.
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